“Hoy día, lo responsable es gastar más en inversión en desarrollo social y productivo”




Ricardo Ffrench-Davies, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2005.

¿Qué hacer con los dineros del Cobre? ¿Cambiar la casa o guardar el dinero para cuando vuelva a bajar de precio? Para el Economista de la Comisión Económica para América Latina, (CEPAL), el dilema va por otro lado. Se trata de crear mayor desarrollo productivo y social. De mejorar el avión, para que cuando el sueldo de Chile baje de las nubes, el avión siga su vuelo. Pero para ello, propone primero revisar a fondo el motor.


Cuando el bolsillo anda vacío, se sabe perfectamente lo que se haría cuando volviera a llenarse. El problema es que cuando se llena, pareciera que la dificultad es qué hacer. En un contexto de discusión presupuestaria para el próximo año, Ffrench-Davies, a partir del Documento de la Comisión Económico-Social (CES) del Partido Demócrata Cristiano (PDC), enfatiza la gran oportunidad con que cuenta el país para mejorar sustantivamente la gran pata coja de nuestra economía, que a su juicio es el desarrollo social y productivo.
En ese sentido, para el Premio Nacional de Ciencias Sociales 2005, la ortodoxia económica del neoliberalismo nos ha impedido ver el bosque, que tiene problemas muy serios. Y para verlo, hay que mirar el pensamiento económico imperante sin anteojeras. Palabra de un Chicago.

P: Desde que se hizo público el documento del CES, ¿ha podido hablar con gente del Hacienda al respecto? ¿Qué recepción tuvo?

“No hay respuesta formal, pero el coordinador macro del ministerio es miembro de la comisión. Es decir, le llegó al ministro a través de él, pero no tenemos una reacción”.

P: Le pregunto porque a veces en Hacienda son un poco celosos de que otros opinen de de su trabajo…

“Es interesante de saber, pero no he tenido tiempo de hablar con él (ministro Velasco), a ver si hablamos después del lanzamiento de su presupuesto”.

P: En ese sentido, ¿cuan optimista está de que el Ministerio de Hacienda tome en cuenta las propuestas que planteó el documento del CES?

“Se han ido dando algunas. Por ejemplo, hemos puesto mucho énfasis en el tema PYME. Tuvimos al ministro de Economía, Alejandro Ferreiro, en la comisión exponiendo sobre el tema, y en planteamientos públicos he encontrado mucho énfasis en ese tema, en especial cuando después de cada reunión de la comisión me encuentro con un grupo de periodistas y conversamos sobre el tema, en que hay que mantener siempre en primera a la PYME por el impacto que tienen sobre el empleo, que es crucial para tener menor desigualdad en Chile. Pienso que el presupuesto va a tener más reconocimiento del impulso a la PYME, respecto al de 2006. Si es suficiente, no creo. Pero que nos movemos en esa dirección, confío que sí”.

P: Dadas las señales dadas por el gobierno, como el mantener el superávit estructural o la ley de Responsabilidad Fiscal, ¿cree finalmente va a soltar la mano?

“No se trata de soltadas de mano, eso significa decir ‘ya, soltemos las cosas’. Aquí, el planteamiento nuestro es muy responsable. Hoy día, lo responsable es gastar más en inversión en desarrollo social y productivo. Sabemos hoy día el precio de cobre a largo plazo es más alto. No es 99 centavos de dólar sino 121. Sabemos que el crecimiento del PIB potencial no es 4,9% sino 5,3%. Estamos en una llanura más alto, movámonos ahora en eso. Es irresponsable no hacerlo. El problema es cuando los mercados financieros, que no entienden ni les interesa el desarrollo social, productivo, sino que les interesa el retorno de plata en el corto plazo, el overnight, están en otra. El problema es cuando la política económica esté guiado por la gente que se dedica al overnight. Eso es ir contra la responsabilidad fiscal. Lo que queremos es ayudar a corregir esto, que las visiones sean coincidentes con el humanismo cristiano y no con la inversión overnight, que son contrapuestas”.

P: Una primera etapa es el envío del Proyecto de Presupuesto al Congreso y otra es su discusión allí. En ese sentido, ¿cree que los parlamentarios recojan algunas propuestas del CES que no sean tomadas en cuenta por el Ejecutivo?

“Siempre en el Congreso se producen modificaciones. Es de esperar que sean buenas. Uno ve que nuestros parlamentarios han hecho propuestas que son sólidas, razonables y que están preocupadas de dejar huellas positivas. Si esos planteamientos no están adecuadamente satisfechos en la propuesta, es esperable que se den negociaciones en ese terreno.”

P: En ese sentido, ¿cree que la discusión parlamentaria mejore el Proyecto de Presupuesto?

“Algo se puede mejorar en ese sentido. Pero siempre manda el Ejecutivo y me hubiera gustado un proceso de gestación presupuestaria que hubiese sido más participativo con los otros ministerios. Digo más porque siempre hay un grado de participación, pero necesitamos más participación. Una visión menos financierista y más productivista, que esté preocupada de cómo dejar huellas que vayan en dirección a reducir nuestra desigualdad. Cuando uno tiene tanta desigualad es porque algo ha fallado. Evidentemente, Chile podría haber tenido mayor igualdad, podríamos haber hecho los cosas mejor. Que las hicimos espectacularmente mejor que la dictadura, sí. En equidad y crecimiento. Mucho mejor también para el sector privado, muchísimo mejor”.

P: Pero de que hubo errores…

“Los hubo, algunos graves en la manera de hacer macroeconomía, a la que le falta una pata, que es el desarrollo productivo. Ello incluye al tipo de cambio y a la tasa de interés. También al mercado de capitales, que se fue mucho al overnight y poco al crédito de largo plazo para la PYME”.

“Nos hemos demorado siete años en normalizar la economía chilena. Esa es, con letras mayúsculas una falla macroeconómica tremenda que hay que corregir”.

P: Respecto a los excedentes dejados por el Cobre, ¿usted plantearía usarlos en materias de inversión y dejar los planes sociales, que son muy importantes, ligados al presupuesto?

“Sí. Es que estas platas “extras” uno las debe “invertir” en desarrollo social y productivo, y en las dos cosas Por ejemplo, programas de entrenamiento en el extranjero de empresarios, de profesores en materias de inglés, matemáticas. Son inversiones que dejan una dejan una huella para el futuro. Entonces, como ahora tenemos dólares, aliviemos las restricciones que teníamos por no tenerlos”.

P: En relación al gasto en dólares. Un argumento en contra al planteamiento suyo y del CES es que gastar en esa divida significaría un mayor ingreso de la divisa, lo que aumentaría su oferta en el mercado y bajaría aún más el tipo de cambio lo que perjudicaría a los exportadores, en especial a los no cobre.

“Quien haya seguido estos temas en los últimos treinta o veinte años, sabe que soy uno de los defensores de una mejor política cambiaria y de corregir las fallas que tiene todavía. Mucho depende en qué se gaste y de lo que se haga en paralelo, porque si uno vende dólares y está retirando papeles en dólares está balanceando las dos cosas. Si el Banco Central tiene en el mercado un montón de papeles en dólares, los retira reduciendo la oferta y se da espacio para esto otro. Además, si se está en una economía que crece más fuerte, si en lugar de trancarnos en el 4,9% nos movemos al 5,1, eso significa cientos de millones de dólares en importaciones adicionales, una cifra sustantiva y una mayor demanda. Si por ejemplo, se da línea de crédito para la importación de maquinaria a las PYME, en dólares, además de las medidas que mencionábamos antes en temas de capacitación en el exterior. Antes no teníamos dólares para eso. Ahora los tenemos, hagamos esas inversiones, que no inundan dólares en el mercado, sino que dejan una huella permanente y es invertir bien nuestras platas construyendo futuro.

P: “Un segundo argumento en contra es que mayor gasto significa mayores presiones inflacionarias.”

La respuesta a ese planteamiento es que hoy lo responsable es aumentar, moderadamente, la demanda, porque la economía se frenó por insuficiencia de demanda. Lo que tenemos que hacer es aumentarla. En ese sentido, ¿quién puede moverse rápido? El Fisco. ¿En que puede moverse? En lo que tiene que ver con inversión, desarrollo productivo y social. No se trata de hacer hoyos para taparlos, sino que estar invirtiendo en algo que deja una huella de equidad, y de desarrollo y crecimiento para el futuro. Las dos cosas. Cuando la economía esta sobrecalentada, hay que frenarla. Cuando está fría, hay que darle más impulso. Y la economía chilena, evidentemente desde el año 99’, necesita impulso. Nos hemos demorado siete años en normalizar la economía chilena. Esa es, con letras mayúsculas una falla macroeconómica tremenda que hay que corregir.

P: ¿Esas fallas fueron principalmente errores cometidos en la época por el Banco Central?
Eso pasó esencialmente por el Banco Central.

P: En el documento, se plantea en un comienzo, tomar medidas en el ámbito de la energía, de infraestructura, que sin embargo no se desarrollaron en el resto del texto. ¿Qué pasó allí?

“Allí existen varias propuestas, de hecho hay una subcomisión de energía. ¿Por qué no se desarrolló en el documento? Porque uno no puede desarrollar todo. Ahora, hay varias medidas en ese ámbito, las que han surgido desde el mundo parlamentario, en el sentido que el sector público se movilice, si los privados no lo hacen. Creo que sí se está movilizando y vimos estuvimos un pragmatismo positivo, porque hay dos tipos de pragmatismo uno perverso y otro para lograr objetivos por medios lícitos. Se contó con una empresa pública y menos mal que la derecha no empezó a poner trabas cuando necesitamos cooperación de tipo público-privada”.

“No podemos vivir repartiendo las rentas entre los perdedores de la política económica”

P: Hace poco, un grupo de 20 economistas, muchos de ellos ligados a la derecha, planteó en El Mercurio ir reduciendo gradualmente el superávit estructural fiscal. Algo de eso se desprende de la lectura del documento de CES. Pero al mismo la Presidenta, que es socialista, está planteando medidas que uno esperaría de la derecha. ¿Cómo ve éste cuadro?¿Es el mundo al revés?¿Es que el mundo progresista está con el trauma tener que ser más papista que el Papa?

“Es el mundo al revés. Está el tema de ser más papistas que el Papa, de ganar cada vez más credibilidad sin usarla. Pero la gracia es que uno la gane para usarla. Lo planteamos en la Comisión, con nuestros amigos socialistas, que al final nos estamos quedando con una parte de la Concertación defendiendo el Superávit Estructural, lo que hace el FMI y nadie más en el mundo. Todos estamos conscientes que eso no tiene sentido cuando tienes súperávits efectivos de 7 u 8% del PIB. Eso es extemporáneo, no corresponde al Chile de hoy.

P: ¿Pero correspondía aplicarlo?

“Eso es otra discusión, pero en el Chile de hoy no tiene sentido. En la derecha, uno lo ve en algunos por llevar la contra y otros, por muy de derechistas que sean, se dan cuenta que no podemos pedir que este país tenga superávit fiscal. Ahí aparece la propuesta de si bajamos impuestos o invertimos en desarrollo social en un país que necesita muchísimo de esto. Chile necesita muchísimo desarrollo, por muchísimo tiempo para pasar del 27% del ingreso que tiene EE.UU. a la mitad del ingreso por habitante estadounidense”.

P: En ese sentido, ¿hecha menos una mayor reflexión de otros partidos de la Concertación en el sentido al esfuerzo que hizo el PDC con el documento del CES?

“Fue muy positivo que se reactivara la Comisión, con la presente directiva y un punto muy a favor del PDC, que es el de reponer en el debate temas muy relevantes y que estaban subdesarrollaos por el economicismo que predomina. Introducimos un balance en que hay que preocuparse de lo técnico, pero siempre al servicio del desarrollo humano. Y eso muchas veces, en economía, se olvida y es lo que se llama el economicismo. Hay sesgos, complejos frente al neoliberalismo y hay muchos que los tienen. Vengo de Chicago, así que no tengo complejos frente a eso. De ninguna manera. Siempre se podría hacer más, pero hemos tenido una buena respuesta. Por ejemplo he estado con la directiva del Partido Socialista, con su comisión económica, su bancada de diputados, estaré con la de sus senadores. Hemos tenido intercambios con el presidente del PPD, con parlamentarios del PPD, PRSD, del PDC. Pero necesitamos muchísima mas interacción”.

P: ¿Es un primer paso?

“Sí. Hace poco un periodista de La Tercera me preguntaba, sobre cómo me parecía que a partir de la reactivación de la CES, el resto hiciera lo mismo. Me parece estupendo, eso es lo que necesitamos hacer, pensar. Si no pensamos, estamos copiando la moda, que es el neoliberalismo, al FMI y al overnight, y nos olvidamos del las PYMES y del desarrollo productivo. Chile tiene que darle una oportunidad a la gente en el mundo de la producción. No podemos vivir repartiendo las rentas entre los perdedores de la política económica. Tenemos que crear muchos ganadores. Una gran falla de la Concertación fue desactivar y no preocuparse de fortalecer sus centros de reflexiones. Todos se debilitaron”

posted by Tadeo Infante @ 2:43 PM, ,


EL IMPULSO MIGRATORIO*


Las migraciones se han transformado en un elemento de gran importancia en el mundo globalizado, es por esto que la XVI Cumbre Iberoamericana, a realizarse entre el 4 y 5 de noviembre en Uruguay, las Migraciones será el tema central. En este marco, CELARE, conscientes de los desafíos que los procesos migratorios generan en la agenda política ha desarrollado un programa llamado Migración y Desarrollo: Experiencia de la UE y América Latina, instituido para dar tratamiento integral al proceso migratorio entre ALC-UE y su relación con los procesos de desarrollo, como seguimiento de uno de los temas centrales derivados de la Cumbre de Viena. A continuación un extracto de la primer instrumento de reflexión entregado por esta corporación.


El desplazamiento de los seres vivientes en busca de condiciones favorables a su evolución y desarrollo es algo que está en la naturaleza. Ocurre con las plantas, que tienen el llamado fototropismo para buscar la luz, y con los animales, que se movilizan desde zonas áridas en busca de agua y alimento. Las aves emprenden largos periplos hacia zonas de temperaturas más adecuadas, y los peces se mueven desde aguas inhóspitas hacia otras más amables y seguras. No puede ser diferente para los humanos, más evolucionados y con la capacidad de inteligir sus vivencias y tomar decisiones fundadas en la racionalidad y no sólo en el instinto. El impulso migratorio de las personas es, en definitiva, el instinto de supervivencia inscrito en su naturaleza, procesado por la inteligencia según tiempo y lugar. Y si en el caso de animales y plantas ese instinto puede verse limitado por circunstancias adversas, para los seres humanos las limitaciones son sólo obstáculos a vencer con la capacidad de su cerebro racional. Por eso que las migraciones de individuos y grupos son una constante a lo largo de la historia de la humanidad que, en la era de la globalización de las comunicaciones y los medios de desplazamiento, resultan simplemente imparables.

La atracción de los centros desarrollados –cuyos niveles de vida y oportunidades son conocidos en los más recónditos lugares del planeta- unida a la expulsión desde los lugares de origen por causas políticas y económicas, producen una sinergia migratoria imposible de contener en el largo plazo. Las medidas represivas siempre serán sorteadas por esa combinación de instinto de supervivencia e inteligencia, como está ocurriendo ahora mismo entre África y Europa. Hay veinticinco mil senegaleses internados en campos de acogida en las Islas Canarias, a la espera de ser admitidos definitivamente, y en toda Europa los inmigrantes ya superan el diez por ciento de la población.

El viejo continente busca fórmulas que van desde el patrullaje militar del Atlántico, acordado entre Francia y Senegal, pasando por la vigilancia masiva del Mediterráneo, hasta el endurecimiento de leyes y procedimientos, como acaba de aprobar el 70% del electorado en Suiza en un referéndum popular. Mientras tanto, España trata de administrar con sentido humanitario una avalancha de nuevos inmigrantes, y rechaza culpas en lo que se ha venido en denominar el “efecto llamada” supuestamente producido por una normativa migratoria que los demás socios comunitarios consideran demasiado permisiva. Finlandia, que tiene este semestre la presidencia de la UE ha puesto este tema como la prioridad de su mandato. Francia vivió hace unos meses una masiva revuelta de inmigrantes que se consideran marginados.

Lo cierto es que Europa hace lo posible, y eso hay que reconocerlo. Necesita de la inmigración para mantener su desarrollo y sostener sus sistemas de seguridad social. Más allá de voces destempladas de los ultranacionalistas, de algunos hechos puntuales y de la natural preocupación de los ciudadanos, hay políticas de acogida y un enfoque que no pierde de vista los derechos humanos. Pero no basta, porque el fenómeno es más integral, las causas son complejas y la globalización las ha acentuado.

Una inmigración descontrolada es fuente de ilegalidades, abusos, proliferación de mafias, y va en contra de inmigrantes y de receptores. Por eso que la Unión Europea ha incluido este tema como una de las cuestiones centrales en el diálogo con América Latina y otras regiones del mundo.

Las “pateras” y “cayucos” –precarias y a menudo mortales embarcaciones en las que los africanos del norte y sur se lanzan al mar, empezando la aventura de llegar a las costas españolas, para buscar un trabajo y quedarse, o desde allí penetrar en la Europa de las oportunidades- son cada día más numerosas. Miles de seres humanos -muchos de ellos niños sin padres, o mujeres embarazadas- llegan cada mes a las costas europeas procedentes de las ex colonias, con clara conciencia de que los riesgos son muy inferiores a la mera espectativa de un mejor futuro, y de que Europa, la de los derechos humanos, de la democracia, del Estado del Bienestar y de masivas migraciones en el pasado, no puede traicionarse a sí misma y dar vuelta la cara ahora a una realidad en la que, por lo demás, tiene una no tan remota responsabilidad. Iguales razones, conciencia y determinación tienen los miles de latinoamericanos que deciden buscar un futuro en el viejo continente o en los Estados Unidos.

En América Latina se viven las migraciones en una triple vertiente: la del campo a la ciudad, la de un país a otro de la región, y el desplazamiento hacia los centros desarrollados extra-regionales: Europa y Estados Unidos. Chile y Argentina, son hoy países receptores de inmigrantes, más que emisores de ellos, pero carecen de políticas de inmigración integrales y consolidadas, especialmente Chile. Los desplazamientos en Centroamérica amenazan incluso los proyectos de integración comercial y productiva, y la cooperación política, especialmente entre Nicaragua y Costa Rica. México, emisor de migrantes hacia Estados Unidos, es a la vez receptor desde El Salvador y Guatemala principalmente.

Las remesas de los inmigrantes son hoy un importante flujo de recursos a nivel mundial, y una fuente de ingresos imprescindible para muchos países, que puede llegar a explicar el treinta o cuarenta por ciento de su PIB. Se habla ya del “co-desarrollo” como un concepto nuevo que trata de perfilar una política de responsabilidad compartida entre los países de acogida y los de origen, para el uso “productivo” de las remesas, de modo que creen empleos y aminoren así las ganas de emigrar de las familias. Habrá que ver si políticas e instrumentos de este tipo llegan a ser eficaces, pero uno podría anticipar que su efecto será mitigador, pero no va a solucionar el problema que para los centros desarrollados significa una inmigración tan descontrolada como imparable. Y no se debe escapar el hecho de que la ayuda humanitaria más focalizada que existe es precisamente la remesa que el inmigrante envía a su familia, sin intermediaciones ni burocracias. Tal vez habría que buscar fórmulas de reducir los costos de transferencias para ellos, además de las ideas que circulan sobre ciertos incentivos al ahorro o la creación de fondos paritarios que están dispuestos a subvencionar los países de acogida en los de origen.

¿Pero, qué hacer en cuanto a soluciones de fondo, eficaces y duraderas? Es lo que todos nos preguntamos, y seguimos preguntándonos, a pesar de que la respuesta existe desde hace mucho tiempo, como nos recuerdan permanentemente las ONGs. Se trata de la creación de un nuevo orden mundial centrado en la equidad, con un comercio libre de trabas y distorsiones y un compromiso efectivo de los países centrales con las transferencias financieras necesarias para generar desarrollo en los países del tercer mundo. Un “plan Marshall” para África, por ejemplo, bien diseñado, suficientemente dotado y adecuadamente administrado, con “accountability”, como se dice ahora, puede sin dudas sacar adelante un continente lleno de recursos naturales y de población joven. Y programas de apoyo institucional, fortalecimiento del Estado y apertura comercial con América Latina, sin dudas que producirían un efecto virtuoso, e inclusive, visto con sentido pragmático, sería una buena inversión comparada con los costos de una inmigración desbordada. En ambos casos, la variable de la expulsión como factor migratorio se vería claramente atenuada hasta casi desaparecer. Y entonces si que será posible una normativa migratoria reguladora en los países desarrollados que sirva, como se pretende, para regularla, hacerla gobernable y orientarla hacia los objetivos y necesidades de ambas partes.

Héctor Casanueva Director Ejecutivo del CELARE, Vicepresidente de Política y Espíritu.

*(Introducción al libro “Migraciones, experiencias en América latina y la Unión Europea” publicado por CELARE, Santiago de Chile, Octubre 2006)

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