La lección de Ratisbona

Revista Mensaje

Muchos creyentes musulmanes se sintieron ofendidos por un texto citado por el papa Benedicto XVI en la conferencia que ofreció en la Universidad de Ratisbona, durante su visita a Baviera el mes pasado. Se trataba de una cita de uno de los últimos emperadores de Bizancio, Manuel II Paleólogo, de fines del siglo XIV. En ella, el emperador decía —entre otras cosas— a su interlocutor, un erudito persa: “Muéstrame aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. El contexto era una conversación en torno a la ‘yihad’ o ‘esfuerzo para defender el Islam’ incluso con la guerra. Sin duda se trata de una referencia muy fuerte. De hecho las repercusiones que tuvo su conferencia fueron tales que llevaron al Papa a dar explicaciones en tres ocasiones y posteriormente a convocar a los embajadores de países musulmanes y otras autoridades religiosas para expresar su férrea voluntad de diálogo y colaboración con el Islam.



No sabemos si los creyentes musulmanes que protestaron por esa alusión a Mahoma leyeron el texto completo de la conferencia del Papa, o si conocieron el contexto en el que la cita se enmarcaba. El carácter emotivo y militante de sus protestas —y algunas amenazas— llevan a pensar que se centraron en esa publicitada cita sin conocer por completo la conferencia del Papa.

Al leer lo que el Pontífice dijo se entiende que lo esencial de su discurso está en la explicación de esta afirmación: “no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios” que también es de Manuel II Paleólogo. El mismo Papa justifica dicha afirmación al decir que Dios no goza ni se complace con la sangre de nadie, que la fe es fruto del libre asentimiento, no del cuerpo, sino del alma. Y que Dios no quiere la violencia ni que su mensaje se predique con ella. Es decir, la voluntad de Dios está más ligada a la fuerza de la racionalidad —al logos— que al poder.



Religión y violencia



Sabemos que el uso y el abuso del poder y de la violencia han estado presentes en la historia del cristianismo y de otras religiones. A lo largo de los siglos, las guerras de religión han sido acontecimientos históricos altamente sangrientos donde el poder y la coacción se han ejercido en nombre de Dios. En particular, en el catolicismo, las cruzadas, la Inquisición, la guerra de los treinta años, la conquista de América, son algunos ejemplos donde la cruz se confundió con la espada.

Pero en Ratisbona el papa Benedicto no quería reflexionar sobre la historia, sino motivar e iluminar al mundo académico sobre el presente de Alemania, de Occidente y del mundo en el que vivimos. Hoy tanto la Iglesia como una gran parte de la humanidad no aceptan la violencia como medio legítimo para alcanzar sus fines. Por eso, un discurso que afirma en forma tan clara y radical que el uso de la violencia en nombre de Dios es contrario a la razón y, por tanto, contrario a la naturaleza misma de Dios, debe ser incómodo para todos los fundamentalistas contemporáneos, sean cristianos, judíos o islámicos.

El Papa, convencido de que la naturaleza misma de Dios no es extraña a la de la razón, ha invitado a todas las personas de buena voluntad a encontrarse en torno a lo más razonable, a acercarse un poco más al único Dios vivo y verdadero: Aquel que no se deja instrumentalizar por la violencia ni por las ambiciones de poder.

La cita de Manuel II Paleólogo en la conferencia de Ratisbona es una pequeña parte —para algunos innecesaria— de una cadena de argumentos que llevan a la tesis central del Papa sobre la estrecha relación entre razón y fe. Sin el correcto equilibrio entre ambas, dijo el Pontífice, la humanidad está condenada al fanatismo político y religioso. En el cristianismo, Dios es inseparable de la razón. Debemos rechazar tanto la irracionalidad de la violencia motivada por la religión como la que brota del reduccionismo de la razón instrumental o relativista.



Fe y razón



El papa Benedicto XVI afirmó que el cristianismo puede ser razonable a los ojos del hombre de hoy y que la fe es algo razonable. Para el Santo Padre, aclarar la relación del cristianismo con la razón es importante ante todo para poder evangelizar de nuevo Occidente —en especial Europa—, pero lo es también para una relación de diálogo, de recíproco respeto y de tolerancia con todas las religiones.

Desde Chile no es fácil interpretar para nuestra realidad la lección universitaria de Ratisbona, rica, compleja y dirigida a académicos. Nos queda claro que el Santo Padre entra en polémica con la auto-reducción positivista de la razón occidental que considera verdadero sólo lo matemático o experimental. En dicha lección, el Papa ha descrito este tipo de racionalidad, denunciando sus límites. La razón positivista occidental circunscribe nuestra relación con la realidad y es incapaz de abrirse a la racionalidad de la fe, que implica un impulso metafísico. El Papa llamó a ampliar nuestro concepto de razón. De esta manera, Benedicto XVI criticó la arrogancia de una razón occidental reducida a la técnica. Esa razón occidental reductora conlleva violencia en su raíz al encerrar al hombre en sí mismo. Una razón sorda a lo divino, que quisiera relegar la religión al ámbito privado y que es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas. Contamos, nos dice el Papa, con los argumentos persuasivos de una razón que encuentra la verdad de su expresión en la relación con la fe en Dios.

No podemos olvidar que el Santo Padre inauguró su pontificado con la encíclica Deus caritas est donde, en forma muy diáfana y bella, nos quiso transmitir que lo central de nuestra fe está en que Dios es amor. Es más, lo ha reiterado de distintas maneras en múltiples ocasiones. La lección académica de Ratisbona tenía un objetivo más acotado. Nos ha hecho pensar. Ha sido un discurso que nos desafía de una manera inteligente, profunda y valiente a dar razón de nuestra fe. Ha cuestionado la imposición de creencias a través del poder, el uso irracional de la fuerza y los fundamentalismos religiosos que legitiman acciones violentas que atentan contra los derechos humanos. Su discurso, que rompe todo vínculo entre Dios y la violencia, nos exige denunciar la aplicación de esta última dentro y fuera de la Iglesia. En definitiva, critica la falta de caridad y misericordia sea en el catolicismo, sea en otras expresiones del cristianismo y más allá de él.

posted by Tadeo Infante @ 7:33 AM,

0 Comments:

Post a Comment

<< Home