Educación: el "modelo" chileno

En estos días leemos en los diarios sobre la profunda crisis que sacude al sistema educativo chileno. Los estudiantes secundarios comenzaron reclamando algunas demandas puntuales (pase gratis en el transporte, gratuidad de la prueba de ingreso a la universidad, reforma de la escuela de doble turno, etc.) y terminaron exigiendo la derogación de la ley de educación.

Las reformas educativas de Chile siempre han sido seguidas de cerca por los especialistas en educación, ya sea para ensalzarlas como ejemplo de reformas modernizadoras a seguir por la región o para denostarlas como expresión de la "privatización" de la educación.

La reforma realizada bajo el gobierno de Pinochet consistió, básicamente, en descentralizar las escuelas a los municipios, derogar todo derecho laboral docente, permitir la oferta del sector privado en la educación en igualdad de condiciones compitiendo por los recursos del Estado. La clave para esto fue cambiar de raíz la forma de financiar las escuelas. El Estado pasó a pagar por alumno que asiste efectivamente a clase, sin considerar que el prestador del servicio fuera una escuela municipal o privada subvencionada.

La idea era llevar las reglas del mercado a la educación y que la competencia entre las escuelas por los alumnos redundaría en una mayor cobertura y una mejora de la calidad.

La llegada de la Concertación al Gobierno generó enormes expectativas en el mundo educativo, pero la fragilidad de la transición política y la carencia de mayoría legislativa hicieron que la ley de educación de Pinochet llegara hasta estos días.

El conflicto que ahora emerge se viene incubando desde hace años, ya que, si bien el modelo de financiamiento impulsó un aumento de la cobertura que hoy pone a Chile primero en América latina, al mismo tiempo profundizó la segmentación social al interior del sistema y además no mostró ser especialmente eficiente en términos de mejorar la calidad de la educación.

La concertación, consciente de estos problemas y de su imposibilidad de modificar la ley (se requiere 3/5 de la cámara), intentó paliar alguno de los resultados más nocivos de esta forma de organización del sistema escolar.

Estableció un estatuto docente y centralizó nuevamente las discusiones salariales para las escuelas municipales. Produjo una más que importante recuperación del salario y la dignidad profesional docente; estableció un ambicioso plan de compensación social, focalizado en las escuelas que cubren el 20% de los alumnos más pobres, estableció la doble escolaridad y un fenomenal programa de becas, comedores y libros para los alumnos.

Todas estas políticas –que preferentemente se dirigieron hacia los docentes y alumnos de las escuelas que son controladas por el municipio– en la práctica terminaron de fortalecer un sistema que, en realidad, funciona como un híbrido de dos subsistemas que tienen poco contacto entre sí y compiten por los recursos públicos: el municipal y el privado subvencionado.

¿Qué sucedió en los últimos años? Persistentemente, los alumnos se van retirando de las escuelas municipales hacia las privadas con diversas consecuencias.

En primer término, sólo los sectores más pobres y de menor capital cultural van quedando en las escuelas municipales; entonces, la rueda de la pobreza cada vez es peor: en estas escuelas, donde disminuye el número de alumnos, los resultados empeoran y esto mismo hace que nuevamente más alumnos se retiren de la escuela municipal. Y así continúa la rueda, que va deteriorando al aparato municipal. Mientras tanto, las escuelas privadas tienen una política de selección explícita e implícita de alumnos, pueden cobrarle una cuota (financiamiento compartido establecido por al concertación) y terminan entonces con más capacidad financiera y pedagógica para responder a las demandas de los padres.

¿Qué detona la crisis? A mi juicio, se debe a la confluencia de dos conflictos.

En principio, la sociedad chilena, con su espectacular crecimiento, está generando una movilidad social desconocida por las anteriores generaciones y muchos de los jóvenes secundarios sienten hoy (y sienten bien) que la educación que reciben está directamente ligada a su posición social. Estos jóvenes, que hoy tienen dieciséis años, que han vivido toda su vida en un gobierno democrático y progresista, hoy reclaman lo que les han prometido desde 1990: una educación igualitaria, para todos.

El segundo conflicto es más difícil de resolver. Lo cierto es que este sistema híbrido (compuesto por un subsistema municipal y otro privado), también expresa, a mi juicio, un acuerdo implícito que está presente en la sociedad chilena: una parte asumió la totalidad de las ideas de mercado y, en consecuencia, para ella, el tema de la equidad es una variable menos importante; otra parte de la sociedad –que tiene fuerte gravitación en el mundo educativo– todavía siente una melancolía por aquel Estado educador, fundado en ideales igualitarios, anterior a la reforma de Pinochet.

En consecuencia, no es un problema técnico el que tienen por delante en Chile. Se trata de cumplir, por un lado, con la expectativa de miles de jóvenes que hoy reclaman una educación igualitaria y, al mismo tiempo, resolver el intríngulis social en donde una parte de esta sociedad le reclama más mercado y la otra más Estado.

El autores es director del Centro de Estudios en Políticas Públicas y fue ministro de Educación de la Nación.

posted by Tadeo Infante @ 10:36 PM,

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